Artículo publicado en EL PAÍS, 31 de mayo de 2010. Reproduzco aquí el texto completo, algo más largo que el publicado por el períodico, que puede leerse en http://www.elpais.com/articulo/opinion/grandeza/Zapatero/elpepiopi/20100531elpepiopi_5/Tes/
El 6 de septiembre de 1873, Nicolás Salmerón dimitió como Presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República porque no quiso firmar el “enterado” para que se pudiera fusilar a varios soldados condenados a muerte por desertar de la Tercera Guerra Carlista. En aquella época, la medida se consideraba imprescindible para recuperar la disciplina del Ejército republicano. Por eso, el nuevo Presidente, el gaditano Emilio Castelar, aceptó las condenas nada más tomar posesión de su cargo. Como don Nicolás, catedrático de Metafísica en la Universidad Central y almeriense de firme convicciones liberales, era consciente de que debía de aplicarse el Código Penal Militar en toda su crudeza para que la República pudiera subsistir, dimitió en lugar de intentar evitar las ejecuciones. No era un problema político, sino un problema personal: en el tradicional dilema entre la necesidad política y la ética propia, don Nicolás desoyó a Maquiavelo, Mazarino y a todos los teóricos de la estrategia política que en el Mundo han sido y adoptó la decisión que su ética le exigía, la dimisión. Con ella conseguía, al mismo tiempo, dos objetivos: no forzaba su conciencia, evitando el descrédito de tener que desdecirse, y además no dañaba la causa republicana pues cedía el paso a otra persona que pudiera avalar la disciplina militar que los generales demandaban.
El 12 de mayo de 2010, 137 años después, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero pronunció un discurso en el Congreso en el que anunció una reducción del 5% en el sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones, la supresión del cheque bebé y otras medidas que suponen un drástico recorte de los gastos públicos, muy especialmente en su política social. Se desdecía así de todas sus palabras pronunciadas durante los dos años y medio de crisis y recordadas una semana antes. Adiós a su política social, sacrificada en aras de ahorrar 15.000 millones a las arcas públicas. Lógicamente, todos los medios de comunicación han glosado exhaustivamente este giro copernicano del Presidente, muchos para apoyarlo y otros, para criticarlo. Me alineo con los primeros: España necesita reducir su déficit y esas medidas van a lograrlo. Lo cual no quiere decir que no encuentre motivos de insatisfacción: se podrían fusionar algunos ministerios, fijar por ley los sueldos máximos de los alcaldes, recortar las redundantes diputaciones, reducir la selva de subvenciones, incrementar los impuestos a las grandes fortunas, etc. Pero globalmente las nueve grandes medidas previstas por el Gobierno vienen exigidas por la situación económica de España, como demuestran los apoyos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Por eso, me produce bastante perplejidad ver cómo muchos líderes del PP protestan ahora por la supresión de gastos que ellos habían criticado previamente y contraatacan con unas vagas medidas de recortes que, en principio, no enfadan a ningún sector social concreto.
Ahora bien, si no entiendo la política del PP, tampoco comprendo los calificativos elogiosos que se están aplicando a la decisión de Zapatero: responsable, audaz, valiente, estadista, recobra su dignidad, sacrifica su posición personal en bien de España, etc. Pensándolo mejor, sí comprendo a algunas de las personas que pronuncian esas calificaciones tan positivas, aquellas que venían diciendo que ni un paso atrás en los derechos sociales, que lo peor de la crisis ya había pasado, etc. y ahora dicen lo contrario sin que les tiemble un músculo de la cara. Se puede echar un vistazo a las declaraciones de muchos políticos socialistas para encontrar ejemplos a mansalva. Pero descontado este cupo de aplaudidores habituales de ZP, que todo lo que hace les parece bien, sea una cosa o su contraria, aún queda un grupo importante de gente independiente que usa esos adjetivos elogiosos para calificar la decisión del Presidente de meter la tijera en el Presupuesto. Si he entendido bien su posición, su razonamiento se basa en que es digno de admiración que un político sepa dejar de lado su ideología, sus convicciones y tenga el valor de rectificar para aplicar las medidas necesarias que el país necesita, aunque sean muy dolorosas, tanto que el Presidente ha usado la metáfora de cortarse un brazo. No haré la fácil critica de decir que si hubiera hecho caso al doctor Solbes cuando le recomendaba hace tres años reposo para curarse el dolor de dedo, ahora no habría que amputar nada. Pero sí diré que para que una conducta sea digna de elogio su autor tiene que tener la posibilidad de realizar la contraria. Y realmente después del sonoro fracaso del plan de austeridad de 16 millones de euros del mes pasado, de la rebaja de la calificación de la deuda y su automático encarecimiento, del deterioro de la Bolsa, de que el Gobernador del Banco de España, el Presidente del Santander y otros muchos actores económicos le hayan pedido reformas en público y en privado, de la gran presión de los socios europeos, incluso de la llamada de Obama en el mismo sentido ¿podía Zapatero seguir sin recortar los gastos públicos? Evidentemente, no.
Luego si no había alternativa posible al recorte presupuestario, la grandeza del personaje no puede venir por ese lado, lo mismo que no tiene ningún mérito el jugador de ajedrez que se ve forzado a sacrificar la dama para evitar un jaque mate. La grandeza estaría en otro sitio: en reaccionar igual que hizo su predecesor Nicolás Salmerón y, admitiendo que los recortes son necesarios, dimitir para que otro político socialista los adopte. Como el prócer republicano, con esa actitud no solo evitaría tomar decisiones que evidentemente contradicen sus convicciones más profundas, sino que haría un gran favor a la causa del socialismo pues permitiría que un nuevo líder afrontara la crisis sin el peso de las decisiones erróneas que él ha tomado en los últimos años y sin el desprestigio de desdecirse de todo lo que venía proclamando. Entonces sí que merecería alguna alabanza que, parafraseando a la que se puso en el mausoleo de don Nicolás, podría ser ésta: «abandonó el poder para no firmar el mayor recorte de derechos sociales de la democracia»
El 12 de mayo de 2010, 137 años después, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero pronunció un discurso en el Congreso en el que anunció una reducción del 5% en el sueldo de los funcionarios, la congelación de las pensiones, la supresión del cheque bebé y otras medidas que suponen un drástico recorte de los gastos públicos, muy especialmente en su política social. Se desdecía así de todas sus palabras pronunciadas durante los dos años y medio de crisis y recordadas una semana antes. Adiós a su política social, sacrificada en aras de ahorrar 15.000 millones a las arcas públicas. Lógicamente, todos los medios de comunicación han glosado exhaustivamente este giro copernicano del Presidente, muchos para apoyarlo y otros, para criticarlo. Me alineo con los primeros: España necesita reducir su déficit y esas medidas van a lograrlo. Lo cual no quiere decir que no encuentre motivos de insatisfacción: se podrían fusionar algunos ministerios, fijar por ley los sueldos máximos de los alcaldes, recortar las redundantes diputaciones, reducir la selva de subvenciones, incrementar los impuestos a las grandes fortunas, etc. Pero globalmente las nueve grandes medidas previstas por el Gobierno vienen exigidas por la situación económica de España, como demuestran los apoyos de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Por eso, me produce bastante perplejidad ver cómo muchos líderes del PP protestan ahora por la supresión de gastos que ellos habían criticado previamente y contraatacan con unas vagas medidas de recortes que, en principio, no enfadan a ningún sector social concreto.
Ahora bien, si no entiendo la política del PP, tampoco comprendo los calificativos elogiosos que se están aplicando a la decisión de Zapatero: responsable, audaz, valiente, estadista, recobra su dignidad, sacrifica su posición personal en bien de España, etc. Pensándolo mejor, sí comprendo a algunas de las personas que pronuncian esas calificaciones tan positivas, aquellas que venían diciendo que ni un paso atrás en los derechos sociales, que lo peor de la crisis ya había pasado, etc. y ahora dicen lo contrario sin que les tiemble un músculo de la cara. Se puede echar un vistazo a las declaraciones de muchos políticos socialistas para encontrar ejemplos a mansalva. Pero descontado este cupo de aplaudidores habituales de ZP, que todo lo que hace les parece bien, sea una cosa o su contraria, aún queda un grupo importante de gente independiente que usa esos adjetivos elogiosos para calificar la decisión del Presidente de meter la tijera en el Presupuesto. Si he entendido bien su posición, su razonamiento se basa en que es digno de admiración que un político sepa dejar de lado su ideología, sus convicciones y tenga el valor de rectificar para aplicar las medidas necesarias que el país necesita, aunque sean muy dolorosas, tanto que el Presidente ha usado la metáfora de cortarse un brazo. No haré la fácil critica de decir que si hubiera hecho caso al doctor Solbes cuando le recomendaba hace tres años reposo para curarse el dolor de dedo, ahora no habría que amputar nada. Pero sí diré que para que una conducta sea digna de elogio su autor tiene que tener la posibilidad de realizar la contraria. Y realmente después del sonoro fracaso del plan de austeridad de 16 millones de euros del mes pasado, de la rebaja de la calificación de la deuda y su automático encarecimiento, del deterioro de la Bolsa, de que el Gobernador del Banco de España, el Presidente del Santander y otros muchos actores económicos le hayan pedido reformas en público y en privado, de la gran presión de los socios europeos, incluso de la llamada de Obama en el mismo sentido ¿podía Zapatero seguir sin recortar los gastos públicos? Evidentemente, no.
Luego si no había alternativa posible al recorte presupuestario, la grandeza del personaje no puede venir por ese lado, lo mismo que no tiene ningún mérito el jugador de ajedrez que se ve forzado a sacrificar la dama para evitar un jaque mate. La grandeza estaría en otro sitio: en reaccionar igual que hizo su predecesor Nicolás Salmerón y, admitiendo que los recortes son necesarios, dimitir para que otro político socialista los adopte. Como el prócer republicano, con esa actitud no solo evitaría tomar decisiones que evidentemente contradicen sus convicciones más profundas, sino que haría un gran favor a la causa del socialismo pues permitiría que un nuevo líder afrontara la crisis sin el peso de las decisiones erróneas que él ha tomado en los últimos años y sin el desprestigio de desdecirse de todo lo que venía proclamando. Entonces sí que merecería alguna alabanza que, parafraseando a la que se puso en el mausoleo de don Nicolás, podría ser ésta: «abandonó el poder para no firmar el mayor recorte de derechos sociales de la democracia»
Comentarios
Por ello no paro de preguntarme ¿Por qué no lo hace? ¿No tiene nadie a su alrededor que se lo explique, recomiende, aconseje, etc?
Sería la mejor campaña electoral de la historia de la democracia y sin duda la más económica en estos tiempos de crisis.
Inma
Un saludo
P.D. sigo habitualmente tu blog y eres un crack!!
En general sus comparaciones no son muy brillantes, como aquella de Zapatero con Salmerón en la que venía a pedir la dimisión del primero... Por cierto, sus lectores seguimos esperando un artículo llamado "la grandeza de Rajoy" en el que pida la dimisión de Mariano por hacer todo lo contrario de lo que prometió y de lo que está en la base de su ideología y principios. Lo de Zapatero con los recortes en política social, una broma en comparación con lo de Mariano Rajoy.
Estimado Juan Carlos:
“La grandeza de Zapatero” es un artículo que vino motivado porque en mayo de 2010 se publicaron un buen número de artículos alabando a ZP por el giro espectacular que dio a su política en ese momento. Dejemos ahora de lado si varios de los firmantes de esos ditirambos eran los mismos que venían aplaudiendo la política contraria, para explicar que la tesis de mi artículo era que no había grandeza en hacer un cambio de política que venía exigido por los más diversos mandatarios internacionales. Solo realismo. A continuación explicaba que ZP debería de dimitir en beneficio a) de su propia imagen histórica; b) del PSOE y c) de España. Según avanzaban los meses –y especialmente después de que ZP dejara el poder- otros muchos comentaristas han coincidido en esa idea de que ZP debería de haber dimitido en mayo de 2010 y es que su desprestigio personal y el hundimiento electoral del PSOE el 20-N dejan pocas dudas sobre cual hubiera sido la decisión correcta. Salmerón, recordado hoy como un hombre de principios, no se equivocó dimitiendo.
En cuanto a escribir un artículo pidiendo la dimisión de Rajoy hay mucha gente que ya lo ha hecho, incluso yendo un poco más allá para pedir un gobierno de tecnócratas. Por mi parte, he criticado lo que me ha parecido la gran incongruencia entre su programa electoral y su actuación posterior en mi artículo “Irlanda como precedente”. http://aruizrobledo.blogspot.ie/2012/01/irlanda-como-precedente.html
Si quiere otras opiniones críticas con el PP solo tiene que mirar las últimas entradas en las que sale a colación el PP, creo que no hay ni un solo elogio y sí desacuerdos, como en “Servidumbres lingüísticas” http://aruizrobledo.blogspot.ie/2012/01/servidumbres-linguisticas.html
y “Amaiur tiene derecho” http://aruizrobledo.blogspot.ie/2011/12/amaiur-tiene-derecho.html.